* Nota Emboscada: El siguiente análisis/reflexión se publicó en la Publicación Contra Toda Autoridad #3. Pese a que han pasado los meses desde aquel número, decidimos publicarlo debido al potencial que tiene como aporte al debate sobre las distintas luchas, que a pesar de que a veces se interpretan visibilizandolas como peleas separadas, son parte de una integralidad de esta guerra contra la dominación, es decir, contra toda autoridad.
EN LUCHA CONTRA EL PATRIARCADO, PERO ANTE TODO… ¡CONTRA TODA FORMA DE AUTORIDAD!
“Si nuestro deseo es destruir toda dominación, entonces es necesario que nos movamos más allá de todo lo que nos reprime, más allá del feminismo, si y más allá del género, porque aquí es donde encontramos la capacidad de crear nuestra indomable individualidad que nos conducirá contra toda dominación sin vacilación. Si deseamos destruir la lógica de la sumisión, este debe ser nuestro mínimo objetivo” (Willful Disobedience Vol. 2, No. 8.)
Como antiautoritarixs, desde hace mucho tiempo no tenemos ninguna duda acerca de la naturaleza patriarcal del sistema de dominación vigente, en cuyo modelo de sociedad la diferencia sexual biológica (genética) entre hombres y mujeres se traduce en una construcción social de géneros y roles que imponen una superioridad de lo “masculino” por sobre lo “femenino”.
Así, las/los poderosas/os, el estado y sus defensores se esmeran en instruirnos sobre lo que “es ser” una mujer y que “es ser” un hombre, siendo desde pequeñxs bombardeadxs con definiciones impuestas, estableciendo pautas y conductas, normando gustos y prácticas, buscando normalizarnos y “diferenciándonos” a unxs de otrxs con categorías funcionales al orden establecido.
Entre compañerxs antiautoritarixs, tenemos claro que el poder intenta definirnos y nos negamos a ello, deconstruyendo dentro de nosotrxs mismxs aquello con lo que el enemigo nos ha ido contaminando desde pequeñxs. Se trata entonces de desaprender la formación ciudadana, en la confrontación y en la construcción de valores propios que configuran el sentir, la palabra y el accionar anárquicos.
Abordamos así esa dimensión interna, como parte de la insaciable búsqueda de la integralidad de nuestra guerra a la dominación, que nos lleva a confrontar con todo lo que nos rodea, desde la intimidad de nuestros sentimientos, la forma en que les damos vida, lo que comemos, lo que vestimos, hasta la manera en la que activamos contra la autoridad.
Se trata de ir a por todo, sin ambigüedades, sin renuncias ni pactos que nos concilien con la norma social.
Negar lo existente es declarar la guerra a toda cuadrícula del poder, a sus leyes, su cultura, su ideología, su ciencia, etc. Por tal motivo, nuestra lucha no solo es antipatriarcal, ni únicamente antiespecista, antifasicsta o anticapitalista. Nuestra lucha es esencialmente ANTIAUTORITARIA, pues sabemos que lo que subyace a toda forma o manifestación de la dominación (tanto el patriarcado, como el antropocentrismo, la ciencia, el capitalismo, etc.) son las relaciones de poder, las jerarquías y el principio de dominación. Contra estas manifestaciones autoritarias apuntamos nuestra crítica destructiva, marcando una línea de fuego y de confrontación. El objetivo es llevar al cotidiano la ruptura con el poder.
Como consecuencia de lo anterior, nuestra propuesta organizacional y de vida es luchar contra toda forma de autoridad, depurando nuestras relaciones y vidas en constante tensión y conflicto con las lógicas de poder, y construyendo relaciones de afinidad en libre asociación con nuestrxs compañerxs, sin importar su sexo, genitalidad, raza o especie, porque lo que realmente importa son nuestras negaciones respecto a las condiciones que la sociedad nos impone. Lo importante son las decisiones que tomamos para romper con aquellas condiciones y con el orden establecido.
Así, nos alejamos de las falsas comunidades basadas en aspectos biológicos que no podemos elegir, como también nos distanciamos de cualquier discurso que atribuya roles protagónicos o “más revolucionarios” a ciertxs sujetxs oprimidxs, por una supuesta trascendencia a partir del rol de “victima histórica” que se les suele atribuir en la red de dominación.
Lo que principalmente importa es cómo enfrentamos cotidianamente la vida, y no con qué genitalidad hemos nacido. Importan nuestros valores y acciones, nuestra coherencia en lucha, no nuestra biología, pues no serán los cromosomas ni el rol social que el enemigo intenta imponernos lo que defina nuestras afinidades, sino que nuestra integralidad en la guerra contra el poder.
Lo que decidimos y reafirmamos de manera constante y cotidiana es no solo no reproducir las lógicas de dominación, sino que además combatirlas de forma activa, porque lo que rechazamos son las relaciones de dominación en sí, vengan de donde vengan y se dirijan contra quienes se dirijan, sin atribuir más importancia a unxs o a otrxs, sin invisibilizar a unxs ni a otrxs.
Si entendemos la autoridad como un todo, como la depredación de cada aspecto de la vida, ataquemos la raíz, la base que permite que surja cada expresión autoritaria. Ataquemos la esencia misma del poder y no sus tentáculos por separado, por muy antiguos o fuertes que éstos sean o parezcan.
En el camino hacia la liberación total no somos víctimas, sino que nos definimos por el peso de nuestras decisiones en el paso a la ofensiva. Y en la lucha contra toda autoridad, todxs estamos llamadxs a ser protagonistas y dar lo mejor de nosotrxs mismxs.
Ni patriarcas ni matriarcas, fuego a todas las jerarquías de la dominación.
Desde: Contra Toda Autoridad