_________________________________________________
Escribo estas palabras porque creo necesario compartir este tipo de experiencias carcelarias, sumándome a la iniciativa del Sergio al abordar el tema de la iglesia a modo de aclarar según yo una contradicción en la que hemos caído varios y así contribuir con quien/quienes deciden su vida como una lucha constante contra el poder y la autoridad, para que tengan una idea más certera de lo que es el sistema carcelario. Por eso mismo a continuación relataré alguno de los acontecimientos que viví al llegar al encierro.
Después de todo el burdo espectáculo montado por la prensa, de mi exposición a los “altos mandos” de los pacos, tal cual una presa a sus cazadores, fui enviado a la fiscalía, donde la determinación de un juez fue la prisión preventiva por ser considerado un peligro para la sociedad. Luego de pasar por una especie de “control” de ingreso carcelario fuimos llevados más o menos 30 presos a una celda más conocida como “los congeladores”. Más de la mitad sabían de mi situación por los medios de desinformación de la masa, no dudaron en acercarse y con ellos un sinfín de comentarios impregnados de la moral ciudadana, cosa que de principio me llevó por sorpresa, creí que la cárcel sería distinta, esperaba un pensamiento más antisocial de parte de los presos, pero no era de esperarse más que nada la gran mayoría ven a la religión como su principal “apoyo” o en su refugio, la forma más fácil de evadir la realidad en la que estamos inmersos. Bueno, más allá de eso no pasó. Llegó un paco, el que comenzó a nombrar a los presos que serían trasladados a los módulos de tránsito, que son a los que llegas mientras esperas a que te “clasifiquen” hacia algún otro. Estos son dos, uno para primerisos (módulo 4) y el otro de reincidentes (módulo 3). Fueron saliendo todos hasta que quedé solo. El paco cerró y ahí estuve un par de horas. La incertidumbre no me dejaba tranquilo, ya estaba oscuro y no sabía nada de lo que me pasaría. En eso llega otro paco quien me llevó al módulo 88, más conocido como el módulo de castigo. Aquí fui encerrado en una celda pequeña, con suerte cabían dos colchones en el suelo. Mi compañero de celda era un viejo que lejos de simpatizarme fue una razón más para decir que la cárcel es una mierda. Poco y nada fue lo que dormí. A las 9:00 abrió el paco, bajamos al patio, donde me encontré con lo que muchos imaginan que es la cana. Un par de locos cogotiando, una pelea por lo mismo, con el resultado de un preso apuñalado. En estos momentos tuve miedo a lo desconocido, a como reaccionarían los presos, que la gran mayoría son religiosos, a mi llegada, sabiendo cual era la razón por la que estaba preso. Me cuestionaba mi nulo entrenamiento físico para una posible instancia como esta, bueno, me queda mucho por aprender y este no era el momento para echarme a morir por eso. Escuché mi nombre, era llamado para “clasificaciones” de donde me enviaron a un módulo del tercer pasillo, el cual lo conforman presos primerisos y con recurso de protección, módulos llamados “playa”, por lo mismo. Llegué y presencié de primera cómo a punta de golpes tiraban pa afuera a un loco, cómo le “hacían la masa”, método que usan para imponer su poder de choreza. Entre todo este atao pasé desapercibido por toda la masa de presos, cuando se acercó a mi un representante de la iglesia, el que me explicó más o menos el sistema aquí dentro. Este módulo lo compone una iglesia, aquí llegan los que buscan cambiar, “caminar con el señor” o simplemente los que no les dió su “ficha” de ladrón para llegar a la “casa”, donde llegan los presos que por el contrario de los otros tienen ficha, casa que les da algunos “privilegios”, como por ejemplo, no tener que hacer fila por una bandeja de comida, entre otros. En fin, yo dejé en claro que no soy creyente y que no me acomoda ir a la iglesia, me dieron a entender que no podía excluirme de ambas “carretas”, ya que en tal caso tendría problemas con presos de “la casa” que ven esto como un tipo de amenaza a su poder, teni que ser choro, una ficha máxima para poder “caminar solo”, sino te hacen “cachorro”, especie de sirviente perkin de los “de la casa”, lógica super tonta por lo demás, pero en la que me vi sumado en un principio. Llegué a la iglesia, decisión influenciada por el miedo e inseguridad que en ese momento me podrian por dentro. Ya con el pasar de los días decidí ni siquiera estar en ese espacio material al cual llaman iglesia, fue entonces cuando los presos comenzaron a darse cuenta de esto, que “los bombas”, que es como nos llaman dentro del módulo, no formamos parte de ninguna “carreta”, cosa que no significa que estemos exentos de problemas por la decisión tomada, ya que en realidad no tengo certeza de lo que pueda pasar, porque no es una instancia a la que pueda aferrarme, solo tengo la certeza de que no asistiré y que cualquier problema, lo enfrentaré. Además, siendo una cana de imputados, está en constante rotación, lo que hace más complicado crear un espacio que pueda perdurar en el tiempo para aquellos que no estén dispuestos a llegar a la iglesia, lo que no quita que podamos
recibir algún compa, quizás no es una “carreta”, pero sí en la misma instancia en la que nos encontramos. En fin, pienso que por algo se debe comenzar y estas decisiones son importantes para empezar a crear.
Bueno, la cárcel es el método que utilizan lxs ladronxs de nuestras vidas con el fin de ocultar lo mediocre que es el sistema, respaldadxs por una sociedad de esclavxs cada vez amanzadxs por la comodidad que les entregan sus cadenas. También, al mismo tiempo, buscan frenar las acciones llenas del innato placer por sentirnos libres, acciones que atentan contra la lógica del poder imperante. Aquí estamos nostrxs para hacerles saber que podrán encerrarnos, pero tenemos más que claro que no
ha acabado nada, que de los golpes nos levantamos y las ideas siguen intactas, incluso más afinadas.
Saludos y abrazos a todxs lxs que siguen en pie de guerra, a lxs que tras los muros del encierro hacen de esto una razón más para continuar con la lucha. Fuerzas y cariños a lxs compas Fabían, Kevin, Joaquín, Claudio, Sergio, Ignacio, Enrique, Amaru, Felipe, Manuel, Juan, Nataly, Natalia, María Paz, a lxs que no estando en cana siguen privadxs de libertad, el Nico, Tato y Javier, a todxs lxs que no nombré y que siguen en lucha contra el poder a pesar de todo.
Un abrazo fraterno cómplice a aquellxs que hacen que la solidaridad sea más que palabras.
¡¡¡NUNCA SOLXS!!! ¡¡¡ABAJO LA CANA!!!
Nicolás Rojas, módulo 34/Santiago 1.
_________________________________________________
Desde: Contrainfo