Irreductibles ante el poder y ante su represión.
Sobre el circo represivo montado por el Estado mexicano
«… lo que se condena en los anarquistas no es la violencia sino haber trascendido las denuncias y las conferencias llevando la desobediencia, la indisciplina y la capacidad de revuelta hasta ese punto. Lo que se condena es precisamente el hecho de tenerse en pie y de andar a partir de una crítica radical del poder y de una ética intransigente de la libertad; y, para colmo, de hacerlo hasta las últimas consecuencias.»
Daniel Barret (Rafael Spósito)
Cuando los irreductibles en su actuar cotidiano y consecuente le han declarado la guerra al poder, este no necesita demasiados “pretextos” para atentar contra los subversivos. A él le basta el hecho de que los anárquicos sean irreductibles a sus normas, que no se dejan corromper y que no realizan alianzas para decidir atacarles. Es verdad, muchas veces quienes dominan el mundo necesitan hacerse de campañas de “criminalización” para atacar a las diversas luchas sobre el territorio, incluyendo a los anarquistas entre sus objetivos. Sin embargo, otras veces, esas campañas son mucho más que una campaña de “desprestigio”; además, ¿quién quiere prestigio? ¿lo necesitamos? En la gran mayoría de las veces, esas campañas forman parte de un golpe de mayor envergadura, forman parte de un golpe contundente que el Estado planea asestar. En este último hecho es donde se inscriben los recientes acontecimientos que forman parte de la represión del poder hacia el entorno anarquista o libertario local, es decir, en el Distrito Federal.
La lucha subversiva en la región en los últimos tres años ha tomado contundencia, y ha tomado forma. Los ataques contra el poder que en los años anteriores se realizaron, por lo general, bajo la obscuridad, pasaron también a realizarse a la luz del día. El antagonismo tomó forma de posible revuelta generalizada, el disturbio tomó conciencia y el ataque a las estructuras de dominio se propagó de manera acelerada. Sabotajes y ataques de todo tipo se diseminaron por el territorio. En esos momentos de subversión del orden existente y de destrucción de la paz social, que es la paz de los poderosos, las respuestas represivas por parte de los dominantes no faltaron. Seguimientos, vigilancia, cateos, detenciones, e incluso intentos de desaparición fue lo que nos tocó vivir en esos días, en los años que pasaron.
El clima de hoy en día no es tan diferente y más que una campaña de acoso, lo que está sucediendo hoy es una continuidad del actuar represivo que el Estado dirigió en los últimos años contra los anarquistas. Basta con leer los relatos sobre el Simposio Informal Anarquista a cerca del clima de tensión que se vivió durante esa actividad; basta con consultar los comunicados de la Okupa Che, y echar un vistazo a las paginas anarquistas y a los medios libres para darnos cuenta de ese actuar represivo.
Este año parece ser que ya está marcado en el calendario del poder, y no lo afirmamos con voz profética, simplemente los hechos nos lo están dejando bastante claro. Desde hace ya algunos meses (poco antes de entrar el año) las agencias policiales del Estado mexicano han venido realizando actos de espionaje, intimidación y también atentado contra algunas individualidades anarquistas, libertarias y subversivas; pero también contra proyectos que suponen para el poder, una amenaza real. Los mensajes con un link enviados a teléfonos de “gente en común”; los e-mails enviados a algunos proyectos anarquistas con links adjuntos pero cargados de un Spyware producto del maleware llamado Da Vinci, adquirido por el Estado mexicano a la empresa HakingTeam, como conducto para poder infiltrar computadoras y teléfonos, forman parte de este actuar represivo, de esta continuidad de lo que el Estado ha venido haciendo con los subversivos desde los dos años anteriores. Pero no sólo eso. También los constantes seguimientos a compañeros que en estas últimas semanas la policía ha realizado desde camionetas particulares, las llamadas telefónicas de intimidación, las vigilancias constantes afuera de la casa de algunos compas, las visitas de la Ministerial a casa de diversos compañeros participes en las varias áreas del movimiento anarquista, son parte de una misma historia.
Igualmente, dentro de este clima represivo se inscribe el arresto del compañero Yorch Punk, uno de quienes habitan desde hace años “La Okupa Che” de la facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. La noche del pasado miércoles 24 de febrero, alrededor de las 9:45 pm, diez individuos vestidos con “porte militar” subieron por la fuerza al compañero Yorch a una camioneta blanca sin placas; amenazando con armas de fuego a las dos personas que le acompañaron. Por la mañana del 25 alrededor de las 5:00 am, encapuchados incendiaron un automóvil de la Seguridad UNAM y levantaron barricadas en el circuito interior de la universidad, frente al auditorio okupado. Horas más tarde finalmente se sabe que el compañero Yorch está detenido en una oficina de la PGR ubicada en el centro histórico. Pero el sistema no tardó en echar a andar su maquinaria de manipulación, la cual forma parte importante en el experimento represivo de pedagogía social. Por la tarde todos los noticieros anunciaron la captura en las inmediaciones de Ciudad Universitaria de un supuesto “narcomenudista”, a quien para matizar su circo, se le señala como líder de la Okupa Che. Algunos noticieros acusaron a Yorch de portar marihuana, otros de portar anfetaminas, algunos de diasepan y hasta cocaína. Si Yorch consumía alcohol, si tomaba drogas o era SXE, es cosa que poco debe de importarnos, pues la estrategia del poder es más que clara: una campaña de criminalización, posiblemente precedente a un evento represivo de gran tamaño. La afirmación no es en vano, basta con entender el contexto de la detención del compañero, la cual se realizó al momento en el cual culminó una actividad en solidaridad con los compañeros presos realizada en dicho auditorio okupado. Sumando a esto el hecho que al día siguiente la directora de la facultad de Filosofía y Letras pidió el pronto desalojo de la okupa, la suspensión del transporte interno de la universidad, y por la tarde del 25, el anuncio de una reunión entre el rector de la UNAM y la policía para acordar el desalojo.
Pero esta no es la primera vez que al Yorch le va de la patada. El año antepasado, 2014, el Yorch fue vilmente golpeado por un grupo paramilitar de acarreados cuando intentaron retomar el auditorio okupado, el cual fue arrebatado al mismo grupo por parte de un nutrido grupo de compañeros anarquistas en diciembre del 2013. En esa ocasión al Yorch le golpearon fuertemente, le quemaron la piel con un soplete, le abrieron la cabeza y le incrustaron balines metálicos en su piel. Para la mala suerte de esos “rojos”, al día siguiente nuevamente un nutrido grupo de compañeros retomó el auditorio, así que “su asalto fallido” no les duró mucho tiempo que digamos.
De cualquier modo, sean peras o sean manzanas, lo que le ha sucedido al Yorch no es más que una parte del plan para desalojar un espacio que en cierta manera le es incómodo al poder, por eso la criminalización en los noticieros, como parte de ejercer una mínima justificación ante el estudiantado y la sociedad “en caso de un uso excesivo de la fuerza”. Pero todo esto no es una cuestión aparte, porque está indiscutiblemente ligado a todos los seguimientos, a las visitas de la federal ministerial a casas de compañeros, a los acosos, a los envíos de mensajes, dejando en claro lo que están preparando. La represión como todo método tiene un antes, tiene un momento digamos central, y tiene un después. La represión el golpe represivo se prepara, se ejerce y se justifica, aunque sea para mantener una pantalla, pues el Estado no necesita de justificar nada, simplemente hace uso de su autoridad. Pero la represión no solamente es el golpe represivo en concreto, ni la detención de compañeros, ni el encapsulamiento de una manifestación. La represión, el Estado la ejerce también de manera cotidiana mediante las aulas de las escuelas, mediante la televisión, mediante la familia; en el trabajo, en las cárceles, en los psiquiátricos; la represión que ejerce el Estado son también las relaciones de poder que imperan en la sociedad, por lo tanto, una lucha contra la represión es una lucha por la destrucción del poder. Sin abolición y sin mediación, un ataque puntual contra las estructuras, los personeros y las relaciones sociales que sustentan a la dominación.
El tigre no pierde el sueño por la opinión de las ovejas; así es como debemos de avanzar hacia adelante, sin que las opiniones de terceros sobre nuestra condición de anarquistas nos impidan realizar lo que soñamos, pues no buscamos ningún prestigio; así es como debemos avanzar a contra viento, sin que la represión del Estado (selectiva o cotidiana) sea capaz de paralizar nuestra lucha y mantenernos en la inactividad o en un continuo desgaste; así, como el tigre que no pierde el sueño, pero que se mantiene bien despierto, es como debemos avanzar haciendo frente a todas las adversidades, generando proyectos de libertad que sean capaces de subvertir las relaciones de dominación, que sean capaces contribuir a que el conflicto contra la autoridad se propague y se intensifique. La determinación es lo que tenemos, aun cuando muchos se descorazonen y todo parezca difícil.
No nos queda más que enviar un saludo de apoyo al compañero Yorch Punk. Toda nuestra solidaridad para el compañero y para todos los compañeros represaliados, encarcelados y quienes están en fuga trasgrediendo las leyes del poder.
¡Contra el poder y contra toda autoridad, guerra social sin acuerdo ni mediación!
Algunos/as anarquistas de la región mexicana, 26 de febrero de 2016
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